1. Introducción
La obra del Pierre Bourdieu constituye una de los aportes más significativos de la sociología del último tercio del siglo XX. Su capacidad explicativa y comprensiva permite posarse sobre diferentes temas sociales con una honda mirada crítica. Pero la característica más específica y podríamos decir “personal” del sociólogo francés ha sido el permitirse reflexionar sobre la propia práctica sociológica, algo que no es común en el medio académico (Bonnewitz 2003, Pinto 2002).
Posiblemente haya sido su propia historia lo que habilitó esa fuga irreverente; el no ser un “heredero” de los refinados claustros franceses lo dotó de lo que Wright Mills llamaría una espacial “imaginación sociológica” donde biografía e historia se entrelazan permitiendo una creación teórica multifacética, fundamentada empíricamente y, ante todo, original (Wright Mills 1969).
Con un conocimiento poco común de la tradición sociológica clásica y de sus contemporáneos, la sociología de Bourdieu nos propone una “praxiología social” que permite la convergencia de posicionamientos teóricos y metodológicos tradicionalmente contrarios. Esto no significa una mezcla o yuxtaposición de concepciones y enunciados sino una labor teórica y empírica marcada por una constante “vigilancia epistemológica” cuyo resultado es una sociología en donde los factores estructurales e históricos logran un fino engarce con los agentes y sus prácticas (Bourdieu y Wacquant 2005).
La amplitud de temas y problemas abordados por Bourdieu a lo largo de su trayectoria intelectual nos permiten vislumbrar la capacidad tanto de interpelar a la sociedad como hacia la propia práctica del observador, el cual integra una comunidad de relaciones insertas en la propia sociedad pero no reductibles a otras esferas. Autonomía e interdependencia de los campos, principalmente en las sociedades desarrolladas, es un juego de relaciones que caracteriza a la visión dinámica de la obra de Bourdieu.
Intentaremos en este artículo hacernos de algunos conceptos básicos del trabajo de Pierre Bourdieu para utilizarlos en pos de una mejor comprensión de los fenómenos tradicionalmente estudiados por la teoría política del sociólogo francés permitirán una construcción conceptual de gran utilidad para la disciplina, sirviendo para establecer diálogos y prácticas académicas fructíferas entre posiciones tradicionalmente antagónicas dentro de la ciencia política. Enrolarnos en elaborar una “praxiología de la ciencia política”, las mesas separadas de las que nos ilustra Gabriel Almond en uno de sus últimos escritos podrán establecer diferentes acercamientos para construir un conocimiento más acabado de las complejas tramas del poder en la sociedad (Almond 1999).
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