1. Introducción

La acción de los afectos y pasiones es lo que, a juicio de Baruj Spinoza, justifican y crean las condiciones de posibilidad de la política. Condición negativa, pues son aquellas características propias del hombre que desbordan el ámbito político, no pudiendo ser sometido a ningún orden estable, quedando a merced de su propia naturaleza cada vez que se deciden a actuar. Sin embargo, de no existir éstas, si la determinación del
hombre fuera siempre conducida por una guía racional (como se pedía en la filosofía política moderna) la misma política perdería su sentido: su objeto surge ahí cuando la posibilidad de orden se ve sobrepasada, siendo los afectos lo que de suyo sobrepasa y desborda toda posibilidad de ordenación. Tal accionar es lo que se ha caracterizado como el Estado de naturaleza, más no uno confinado a un tiempo inmemorial, anterior al orden civil, sino una actuando constantemente y a cada tiempo en el orden político existente. Esto supone desde el comienzo una inquietud al interior de la política: si aquello que la posibilita es algo que actúa negativamente y de modo persistente desde su interior, rebasándola, quiere decir que la política a cada instante y en cada momento se mantiene en una tensión dialéctica entre el origen y su fin, en cada momento en que los afectos y las pasiones ejercen su actividad la política pierde su centro, volviendo a su origen, teniendo que refundarse perpetuamente. En este punto se abre el problema de la doble realidad previa que contienen las pasiones: por un lado corroen el orden y por otro lo posibilitan.

La apertura que la abre a lo otro, la que posibilita el vínculo, veremos que tiene como base algo que a la vez imposibilita que éste acontezca de manera plena y, por el contrario, tiende a verse resquebrajada. En la imposibilidad de establecer de manera duradera los lazos es cuando la insatisfacción revela un fondo que permanecía oculto en cuanto esta pasión era sólo salida hacia lo otro, revelándose de manera violenta. El problema central del trabajo que pretendemos abordar establece como aquello que posibilita la unión nacida de un orden previo a la estructura política contiene en su seno una carencia que es experimentada por los sujetos participantes de esa unidad y que revela la condición fracturada que los constituye. Esta fractura la hemos vinculado a un tema capital dentro del pensamiento político moderno, tal como es el miedo. Sentimiento fundacional en la comprensión de Estado civil –según la teoría de Thomas Hobbes–, el que brota, según veremos, de aquella parcela familiar que en un primer momento pareciera el único reducto insobornable de tranquilidad. Veremos que justamente esta apariencia es la que contiene en germen la escondida semilla que posibilitará el ascenso de un Estado que vele desde el exterior de la unidad parental, pero que contiene, a la vez, la inquietud de un peligro mayor.

El presente trabajo nació a la luz de la lectura del libro de Eugenio Trias, La política y su sombra, por lo que en muchos casos los argumentos desarrollados acá son extensiones de las tesis ahí planteadas, no agotándose, con todo, nuestra investigación a lo ya dicho por el pensador español.


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