El presente artículo se propone estimular una discusión sobre la enseñanza de la “metodología” en las ciencias sociales. Aunque desde hace más de cincuenta años la enseñanza de la “metodología” –a partir de los aportes del Instituto de Sociología que dirigiera Gino Germani en Buenos Aires y de la contribución de directores y profesores de FLACSO en Santiago de Chile como Peter Heintz y Johan Galtung- fue uno de los puntos fuertes que caracterizaron a la disciplina en la región, en la actualidad se carece de un enfoque articulador que pueda ubicar en su lugar las diferentes materias que se enseñan bajo el paraguas de la “metodología”. Esto es también así en el Uruguay, que fue uno de los países beneficiarios de esa fuerte sensibilidad “metodológica”. Como consecuencia, aunque le dediquemos las mismas horas, enseñamos cada vez menos y en forma más inconsistente, y si los estudiantes saben cada vez más –que creo que no sea el caso- es sólo gracias a ellos, y no a nuestras enseñanzas. El trabajo parte de una propuesta de ordenamiento preliminar de los diferentes temas considerados habitualmente bajo el uso impreciso del término en cuestión –de ahí las comillas-. Aunque las ciencias sociales han logrado sobrevivir, pese a las múltiples imprecisiones del lenguaje de sus practicantes, se asume que aquellas imprecisiones que refieren específicamente a la “metodología” son hoy por hoy una traba para su enseñanza y consolidación -también lo son, seguramente, y quizás más, las imprecisiones ligadas con la teoría o con su ausencia, pero este es otro tema y ya tenemos bastante con nuestra intención, limitada a la “metodología”. Algunas de esas trabas convierten en contemporánea aquella vieja preocupación de Merton: ciencias pretenciosas que dicen trivialidades –comentario mío: algunas terribles, las más de las veces “cualitativas”.

No es posible hacer aquí un inventario completo de las imprecisiones en boga, pero pueden indicarse algunas con las que uno puede encontrarse a la vuelta de la esquina. Restringiéndonos a las más frecuentes, por ejemplo, el uso muchas veces indiscriminado de las palabras “métodos” y “técnicas” para referirse a cosas similares para un autor y distintas para otros. Igualmente, la referencia a las llamadas “X cualitativas” o “X cuantitativas”, donde las X pueden sustituirse por “métodos”, “técnicas”, “enfoques”, “metodologías” y aún “paradigmas”, “teorías” o “perspectivas” (?). O la referencia toda mezclada a “problemáticas teóricas, epistemológicas y metodológicas”, sin que quede muy claro para que se necesitan tantas palabras aparentemente prestigiosas para referirse a algo que no está demasiado claro y posiblemente es lo mismo. Una mirada rápida a los títulos de los principales manuales publicados en los últimos cincuenta años sobre estos temas puede hacerse un festín, y mucho más cuando, con espíritu tolerante, vamos más allá de las ciencias sociales clásicas –digamos sociología, psicología social, ciencia política, demografía- e incluimos los desarrollos más recientes hacia otras disciplinas más o menos aplicadas y con eventuales pretensiones teóricas –trabajo social, pedagogía social, terapias sistémicas, educación social, comunicación, “educación popular”, etc.-. Si alguien encuentra precisión terminológica en este ancho mar de disciplinas, corporaciones, intereses y especificidades, es probablemente por casualidad. En todo caso, es muy difícil encontrar trabajos serios que provengan de esos campos y aborden en forma consistente la
problemática en cuestión. (Si alguien conoce alguno. . . , bienvenido).

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