© 2002 Sage Publications. Traducido al Español por Emilia Calisto y Gabriel Delacoste bajo autorización del editor original SAGE Publications Inc. en acuerdo entre SAGE Publications Inc. y Crítica Contemporánea.

Hace 40 anos Isaiah Berlin publicó un ensayo en el que planteaba que, por el tipo de preguntas que propone, la teoría política nunca podría llegar a ser una ciencia. Las preguntas normativas se hallan entre las que “se mantienen obstinadamente filosóficas” y lo que es “característico de las preguntas específicamente filosóficas es que ellas no . . . satisfacen las condiciones requeridas por una ciencia independiente, la principal entre ellas es que el camino hacia su solución debe estar implícito en su formulación misma.” (Berlin 1978, 147). Según Berlin, tanto las ciencias formales como las empíricas cumplen estas condiciones, y la teoría política no. Durante los últimos cuarenta años en los Estados Unidos, la teoría política ha crecido considerablemente más rápido dentro de los departamentos de ciencia política que dentro de los departamentos de filosofía. Actualmente, un ochenta y uno por ciento de los teóricos políticos profesionales se encuentran trabajando en departamentos de ciencia política. Esta inflexión de de la historia académica, lejos de indicar que Berlin estaba equivocado, simplemente hechan luz sobre el tópico que el tan fehacientemente explicó. La teoría política como área de estudio se mantiene “obstinadamente filosófica”. 

En un nivel práctico, por supuesto, esto representa una fuente de considerables niveles de frustración tanto para los cientistas como para los teóricos políticos. Para los cientistas políticos, los desacuerdos perpetuos entre los teóricos políticos y las repetidas reconsideraciones acerca de los mismos temas, son indicadores de que los teóricos políticos carecen de criterios significativos para evaluar lo que constituye una buena investigación. Peor aún, carecen de criterios porque no tienen idea de lo que significaría que la investigación progrese en su propio campo. Por su parte, los teóricos políticos ven su trabajo evaluado por personas que creen que toda investigación debe ser “de punta” y que su objetivo es producir nuevo conocimiento; creencia que ellos usualmente no comparten. El problema práctico es que los teóricos políticos hacen investigación humanística dentro de una disciplina de las ciencias sociales. Esta es una afirmación discutible, por supuesto. Alguien podría objetar, contra Berlin, que la distinción adecuada no es entre filosofía y ciencia sino, entre ciencias humanas y ciencias naturales. O, entre ciencias interpretativas y ciencias experimentales. O, que la teoría política debe ser diferenciada de las indagaciones humanísticas en gran medida debido a que la política es su tema en cuestión. Pero, en el mejor de los casos, a fin de poder discutir, permitámonos aceptar la premisa de aquellos críticos de la teoría política cuya objeción fundamental es que como la teoría política no es una ciencia, esta no puede pertenecer a una disciplina avocada al estudio sistemático y científico de los fenómenos políticos. A los ojos de sus críticos, la investigación en teoría política se asemeja mucho más a la investigación humanística que a la investigación científica. 


El problema práctico que esto presenta puede ser adecuadamente resuelto a través de la reorganización institucional, haciendo sentir a todos considerablemente más cómodos. Pero, los problemas teóricos que esto genera no pueden ser resueltos de esta manera. Incluso, el descontento puede resultar productivo y hacernos enfrentar dos importantes preguntas. ¿Qué es la investigación humanística? Y ¿debe el estudio de la política incluir una investigación de este tipo? La primera pregunta es relevante para las humanidades en general ya que las universidades más importantes conceptualizan cada vez más la investigación como si las ciencias duras fueran las que proveyeran el modelo más apropiado para la misma, y utilizan cada vez más el lenguaje comercial para referirse a la investigación científica. Una descripción típica de la empresa investigativa de una universidad debe referirse a la inversión en investigación que resulta en productos de investigación en forma de nuevo conocimiento, preferentemente del tipo que obtiene aplicaciones útiles. Los Investigadores en humanidades encuentran difícil reconocer su actividad en investigaciones de este tipo. La segunda pregunta es particularmente acuciante tanto para teóricos políticos como para cientístas políticos ¿Podemos saber qué es valioso estudiar únicamente a través de métodos científicos de investigación? Para tratar esta pregunta supongamos que Isaiah Berlin estaba en lo cierto y que la teoría política no será nunca una ciencia y no debería aspirar a volverse científica. En este caso la pregunta podría ser reformulada: ¿es la investigación en teoría política valiosa, o puede la política ser adecuadamente comprendida sin ella?


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